
Recuerdo mis principios en la cocina. No salía de las ensaladas y algún que otro bistec recauchutado que costaba más cortar con el cuchillo que comerlo a mordiscos.
Cuando mis padres se iban de vacaciones y me quedaba sola en casa, empecé a sobrevivir en la cocina a base de comidas preparadas, bricks y algunas cocciones a la plancha.
Después cuando me independicé, pedí algunas recetas a mi madre y a mi hermana para poder ir "saliendo de las situaciones embarazosas" donde la pizza o la pasta no eran la mejor opción.
Desde hace unos años, me he encontrado cocinando, no sólo para mí, si no también para E. y para sus dos hijos, N.y N.
Cuando llegaron a mi vida eran dos renacuajos entre 1 y 3 añitos. A mí, que nunca me habían gustado los niños, me vi ejerciendo de "madrastra" lo mejor que pude.
De las pizzas y ensaladas, pasé a los purés de verduras, a la carne blanca y como no, a los palitos de pescado.
Fue una etapa de adaptación