Pollo rustido

La extraña vida del blogero gastronómico.
En la última entrada os explicaba mis reflexiones, el nacimiento del blog y sobre si cocinaba para publicarlo o fotografiaba lo que preparaba normalmente para la familia, etc.
Algunos de vosotros me comentabais que os sentíais identificados con algunas cosas que explicaba, y es que la vida del blogger creo que es muy similar para todos, aunque cada uno tenga su estilo y sus objetivos con el blog.
Desde que empecé, hace algo más de un año y medio he visto que mi vida ha cambiado.
Por una extraña razón (que E. todavía no entiende pero muy amablemente no dice ni «mu»), hay dedicado todo un armario y dos cajones del buffet del comedor al blog.
Quién lo abra no entenderá nada de nada al ver que allí hay platos, vasos, boles, jarras y cubiertos que no guardan ningún tipo de relación entre sí.
Son unidades únicas o como mucho en parejas. Cada uno de una madre y de un padre.
Al abrir los cajones, encontrarás telas, lazos, cintas, mantelitos y demás tejidos que si me preguntas para qué sirven, te contestaré que realmente para nada especialmente, simplemente como estilismo para las fotografías.
En mi vocabulario ahora se encuentran palabras como obturación, ISO o profundidad de campo. Y mis recetarios cada vez hay más postres y he experimentado con platos que antes en la vida los hubiera hecho.
Incluso en el bolso llevo una libretita, donde voy apuntando los platos que veo en restaurantes o televisión que me gustaría probar.
Mi rutina el fin de semana, empieza al hacer la compra con una rigurosa lista con los menús que vamos a tomar y los ingredientes que necesito. (El tema de las listas, no es nuevo. Hago listas para abosolutamente todo).
Y después llega el momento de cocinar. Lo primero que miro, es la luz. Me he vuelto así de rara… Miro si está nublado, si hay suficiente luz, si se reflejarán sombras o si por el contrario todo está perfecto para una buena sesión de fotos.
Después llega el momento de cocinar. Mi horario ideal es a partir de las 12h, con tiempo suficiente para poder hacer los platos, las fotografías y disfrutar. En caso de platos como el de hoy, los empiezo a hacer la noche anterior, para poder acabarlos al día siguiente y hacer las fotos. 
Me encanta cocinar sin prisas y mientras el resto de la familia hace otros recados, deberes o trabajo.
Con la Tv de fondo y si es posible una copa de vino, empieza mi ritual.
Buck es el único que me acompaña en la cocina, estirado a los pies (con el que a veces tropiezas) y que espera a que haya algo que «caiga» por error. E. de vez en cuando, aparece por la cocina, a mover un poco la sartén, a dar su visto bueno y beberse mi copa de vino.
Mientras se van haciendo los platos, voy haciendo el estilismo, así, cuando ya están hechos únicamente tengo que emplatar, fotos y listo.
Y aquí es cuando me vuelvo loca del todo. Me subo a una silla, disparo mil veces, cambio cosas, miro, remiro y vuelvo a disparar. Los niños me miran con cara rara y miran a su padre en busca de una explicación, pero él se encoje de hombros, como si no hubiera remedio….
Bien, pues aquí os dejo, una de las miles de recetas de pollo rustido.
Espero que os guste y que tengáis una feliz semana!!

Ingredientes: (4 personas)
– 10 muslos de pollo
– 3 cebollas medianas dulces
– 5 dientes de ajo
– 1 vaso de vino blanco seco
– 1 vaso de caldo de pollo
– Sal
– Laurel
– Romero
– Tomillo
– Almendras
Elaboración:
Dorar los muslos de pollo salados para sellarlos en una cazuela con un poco de aceite. Cuando estén dorados, añadir la cebolla cortada a brunoise (daditos pequeños), los ajos y las hierbas y bajar el fuego.Tapar.
Dejar que la cebolla se vaya pochando. Cuando esté pochadita, añadir las almendras picadas y el vino. Dejar evaporar y cuando esté añadir el caldo y dejar a fuego bajo durante 2horas aprox o hasta que el pollo esté tierno.
Rectificar de sal y servir.


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