Mejillones con crema a la cerveza

La cerveza, esa fantástica bebida refrescante, burbujeante y espumosita que hace las delicias de todos, en especial en verano, cuando el sol aprieta y necesitas hidratarte.
(Hay que reconocer que algunos se hidratan más de lo debido….).

Bien, pues esa bebida fantástica y dorada y que tiene efectos tan beneficiosos, no me gusta. Soy así de rara, sí.
No me emociona el sabor agrio que tiene y si tengo que tomarla la prefiero en sus versiones más suaves (tipo Coronita) o mezclada con limonada.
Cuando voy a casa de amigos o bien se celebra una barbacoa, yo paso de la cerveza  y me voy directamente al vino, que me gusta mucho más. A muchos les extraña, pero qué le vamos a hacer, no me gusta y mira que lo intento….

En la lista de mis excentricidades gastronómicas tengo que añadir algunos platos que no me gustan nada. Por ejemplo:

Huevos fritos. 
Sí, el plato por el que los padres deben pelearse con sus hijos porque estarían todo el tiempo comiéndolos junto con patatas fritas y las hamburguesas. A mi me repugna hasta el olor. Y mi familia sabe que lo intenté.
Hubo un día, de pequeña, que le dije a mi madre que me hiciera uno porque al día siguiente me iba de colonias y seguro que uno de los días caían para comer o cenar. No pude ni con el primer bocado.
Tengo que aclarar que los huevos en general (menos los Kinder), no son mi plato preferido….

Bechamel.
Donde se han visto unos canelones sin bechamel y unas Fiestas Navideñas sin canelones?
En mi casa está claro que no, ya que es el plato que cada día 25 de diciembre hay para comer después del aperitivo y el entrante y antes del plato de pescado, el de carne, el prepostre, el postre y los turrones, frutos secos, polvorones, etc.
Los más agudos, os habréis dado cuenta que aunque yo no coma canelones, no me muero del hambre….
En mi casa el día de Navidad se celebra por todo lo alto ya que además, es el cumpleaños de mi padre y toda la familia viene a casa y mi madre se convierte en una auténtica mamma (o en una empresa de catering, según se mire….).
Pues eso, que no me gusta la bechamel ni en los canelones, ni en la lasaña, ni en la berenjenas, ni en la coliflor (aunque como tampoco me gusta la coliflor, esto no es un problema).

Croquetas.
Yo lo siento, pero o son caseras con muuuucha chicha o no me gustan nada. Como no me gusta la bechamel, es lo que hay. Unas croquetas de pollo que lo único que llevan del pollo es una cucharada de caldo, pues no… También lo intenté antes de irme de colonias, pero nada, que no puedo con ellas. Eso sí, tengo que reconocer que este verano, en Santoña pedimos algunas «croquetas caseras» en el restaurante Tres Barriles  y tengo que reconocer que son posiblemente, las mejores del mundo mundial junto con las de Coure, en Barcelona. Una delicia.

Creo que lo voy a dejar aquí, no sea que :
1. Os quedéis dormidos con el tostón…
2. Penséis que soy un bicho raro…
3. Mis amigos no me inviten más a barbacoas si no llevo yo el vino…

Os dejo con una recetilla realizada con cerveza y que hasta a los que no les gusta, le parece fantástica. Una forma de cocinar los mejillones.

Espero que os guste y que disfrutéis de la semana!

Esta semana en Espacio Restauración podéis ver la fantástica iniciativa Santiago (é)Tapas.

Ingredientes:
– 1 kg de mejillones
– 1 puerro
– 1 cebolleta
– 2 dientes de ajo
– 200 ml de nata
– 200 ml cerveza rubia
– Sal
– Maicena (si es necesario)
– Aceite de oliva

Elaboración:
Picar la cebolleta, el puerro y el ajo. Dorar primero la cebolleta y el ajo en una cazuela con un poco de aceite. Cuando estén un poco pochados, incorporar el puerro y dorar todo a fuego lento.
Incorporar la cerveza y cocinar durante 5 min para que el alcohol se evapore. Incorporar la nata y mezclar bien. Dejar que se cocine durante 10-15 min, a fuego lento (pero que haga chup-chup).

Aquí hay tres opciones:
1. No quitar las verduras.
2. Colar la salsa de forma que las veduras quedan fuera.
3. Triturar la salsa de forma que no se noten las verduras pero que «estén».

Incorporar los mejillones limpios y dejar que se cocinen hasta que se abran y tomen color anaranjado.
Retirarlos y (opcional) quitarles una de las conchas. Mantenerlos calientes.
Cocinar unos minutos más la salsa de forma que el agua que han soltado los mejillones quede incorporada a la salsa. Si es necesario, añadir un cucharada de maicena para que ligue y quede más espesa.
Echar la salsa, encima de los mejillones y servir.

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