Después de 5 años con Buck, al que adoro pero a veces le pegaría un rapapolvo, me he vuelto especialista en mirar hacia otro sitio cuando llueve, cuando está mudando pelo y cuando bebe agua.
Tener un perro tiene ese poder. Te acostumbras a convivir con babas, pelos y suelos mojados llenos de patitas monísimas con sus cuatro almohadillas bien definidas. La huella del delito. Sabes exactamente por dónde ha estado el chucho en tu ausencia.
Antes decía que la ley de Murphy se manifestaba cuando lavabas el coche y llovía. Ahora se manifiesta en muchas ocasiones cada vez que friegas el suelo.
Basta con que el suelo esté reluciente para que venga el muchacho con su caminar feliz y ese movimiento de cola/pompis que tanto me gusta, para ver que en breve, empezarán a aparecer patitas y naricillas incrustadas por todas partes.
Que si ahora bebe agua y eche fuera la misma cantidad que introduzce a lengüetazos en su gran boca (agua que después pisa y va dejando caminitos…). Que si después lo que cocino huele taaaaan rico, que está sentado a mi vera a ver si algo cae a parte de la baba que le va cayendo sin enterarse. Que si después se rasca y libera todo el pelo a lo liberando a Willy, caiga donde caiga.
Y por último, después de todo esto y cansado de tanta actividad, se tumba en el suelo, dejando huellas, ya no de sus patas gordinflonas, si no de su morro mojado y baboso.
Lo dicho, tener perro te hace inmune a muchas cosas en cuestión de limpieza…
Así, que para respirar profundamente y mirar para otro sitio, nada mejor que estas galletas de masa quebrada.
La verdad es que no tienen ningún secreto, es masa quebrada de la de toda la vida. Pero es tan rica, que cuando tengáis sobrantes al hacer una tarta, podéis aprovecharlos para cortar estas pequeñas galletas que son una auténtica delicia.
Espero que os guste la receta y que disfrutéis de la semana!
Ingredientes:
– 150 gr harina
– 75 gr mantequilla
– 1 huevo
– 3 gr de sal
– 50 gr de azúcar glass
Elaboración:
Tamizar la harina con la ayuda de un colador o tamizador y ponerla en un bol amplio. Cortar la mantequilla en pequeños dados y todavía fría mezclar con la harina. Hacemos la mezcla con las manos, haciendo que quede una textura como de galleta. Cuando estén bien mezclado y quede como pequeñas miguitas, añadimos el huevo, la sal y el azúcar. Meclamos bien con las manos hasta que quede todo bien integrado y no se nos pegue en exceso en los dedos. Hacemos una bola, tapamos con film y dejamos reposar en la nevera entre 45min y 1h.
Pasado este tiempo, la sacamos de la nevera, dejamos que coja temperatura durante unos minutos y la extendemos en una superficie enharinada. Con la ayuda de un rodillo y papel vegetal (lo ponemos entre el rodillo y la masa para evitar que se quede enganchada en el mismo), la vamos aplanando hasta obtener el grosor que queramos. Lo habitual es aprox 1cm, pero para las galletas mejor más gorditas, unos 2-2,5cm.
Cogemos el molde de galletas que queramos y vamos sacando las galletas. Dejamos reposar en la nevera mientras el horno se calienta. Lo ponemos a 180º y cocinamos 10min. Servir templadas o frías.
Son ideales para el café o para el té.
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