Todavía no es oficial, pero la primavera ya está a la vuelta de la esquina.
Cuando salgo a la calle, huele a primavera. Los almendros ya están en flor, las mimosas ya tiñen los cielos de amarillo intenso y en mi calle, los ciruelos empiezan tímidamente a enseñar sus flores.
Hasta nuestro ciruelo, del que muchas veces me he quejado ya que tiene la misión anual de dejarme la entrada de casa llena de hojas, flores o ciruelas chafadas según la época del año, nos ha brindado con dos florecillas la mar de monas, que hacen que me enternezca.
No tenía muchas esperanzas de tener flores de ciruelo este año ya que E. a principios de enero lo podó y no dejó demasiadas (por no decir ninguna) rama potencial a generar flores.
Pero no ha debido enterarse demasiado el pobre, o no debe estar demasiado enfadado por la poda, porque asoman esas dos florecillas ya abierta y algunas otras que en breve verán la luz.
Da gusto pasear por la zona donde vivimos, todos los árboles de nuestros vecinos están en flor, en las plantas se empiezan a vislumbrar pequeños capullos y en el ambiente ya se intuye el polen que será el dolor de cabeza (y ojos y narices) de todos los alérgicos, entre los que me incluyo. Pero aún y así, me encanta esta temporada.
Los días son más largos y cada vez que salgo del trabajo y observo que se hace de noche un poquito más tarde, se me escapa una sonrisa.
Hace un par de semanas pusimos de nuevo en el jardín el nido para pájaros que compramos el año pasado.
La vez anterior no tuvo ningún éxito. La cambiamos varias veces de sitio por si dábamos con el entorno perfecto para albergar a una familia de pajaritos, pero no tuvimos suerte.
Este año, hemos vuelto a intentarlo y por ahora, hemos obtenido el mismo éxito: nulo.
Creo que en todo esto Buck tiene algo que decir, ya que cada vez que ve a pajaritos picoteando cerca de su caseta, sale disparado bociferando para marcar su territorio. Me parece a mi que como no tengamos a una familia de pájaros suicida y dispuesta a morir de un ataque al corazón, la caseta monísima, se queda sin inquilinos (tal y como están las cosas, es todo un lujo!!).
También tenemos ya florecillas asomando en nuestro limonero. Nuestro limonero que ha cuadruplicado su producción. El año pasado nos dió un triste limón que además Buck confundió con una pelota y después de jugar con él dándole con el morro, lo arrancó y estuvo jugueteando durante un buen rato.
Como siempre nos han dicho que a los limoneros debemos dejar un limón para que vuelva a tener limones, no teníamos muchas esperanzas de tener cítricos este año, pero también nos ha sorprendido ofreciéndonos cuatro maravillosos limones y fuera del alcance de nuestro juguetón chucho.
Hoy hemos ido a comer a casa de mi amiga M. y su maridín J. Nos ha deleitado con un conejo rustido que estaba para chuparse los dedos!! Literal. Me ha dado la receta, así que un día de estos lo haré, aunque con pollo, ya que a E. no le va demasiado el conejo (cosa que olvidé decirle a M…. ups!!).
Bien, pues estas galletas de mantequilla, receta original de Webos Fritos, las hemos llevado hoy a la comida. Están deliciosas, con el suave sabor de la mantequilla y el toque del chocolate que hace que sean aún, más vicio tomarlas.
Muchas veces os comento que mientras cocino, escribo los posts y disparo las fotografías, tengo a Buck cerca esperando a que «caiga» algo por accidente. Nunca se abalanza ni roba comida, pero siempre está ahí, por si acaso.
Esta es una de las fotografías de esta mañana… Es super gracioso ya que se queda quieto, sentado y mirando de reojo los platos que se muere de ganas por probar (y normalmente se queda con las ganas….).
Os dejo la receta de las galletas y os deseo que tengáis una feliz semana!!
Ingredientes (30 galletas aprox):
– 300 gr. de mantequilla
– 200 gr. de azúcar
– 2 huevos
– 500 gr. de harina
– 150 gr de chocolate de cobertura
Elaboración:
Fundir la mantequilla. Mezclarla con el azúcar poco a poco. Cuando estén bien mezcladas ir incorporando los huevos y seguir mezclando. Después ir añadiendo la harina poco a poco hasta que quede una masa fácil de amasar con las manos. Añadir más harina hasta que se forme una masa homogénea y que no se pega en los dedos.
Dejar reposar tapada durante 1h. en la nevera.
Hacer una lámina de 1 cm de grosor con la ayuda de un rodillo y entre dos papeles vegetales para evitar que se pegue la masa al rodillo o a la superficie.
Sacar las galletas con la ayuda del molde que prefiramos. Disponerlas en papel vegetal y en una fuente para horno. Podemos dejarlas en la nevera unos 15 min para asegurarnos que no pierdan la forma al hornearlas.
Precalentar el horno a 180º.
Introducir las galletas y hornear durante 15-20min. Deben estar blanditas pero con color dorado.
Dejar enfriar.
Fundir el chocolate y decorar las galletas al gusto.
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