Ensalada de patata, salmón y creme fraîche

Hace cinco años, cuando estábamos buscando casa para mudarnos, estuvimos dando vueltas por casi todo el litoral mediterráneo cercano a Barcelona.

En una de esas visitas, nos llevaron a ver la que denominamos: «La casa de los horrores». Era una casa, en la zona del Garraf, preciosa por fuera, con una impresionante piscina pero que nada más poner un pie dentro, el bello se nos puso de punta.
La casa, además de estar pintada de multi colores muy llamativos, estaba tal cual la dejaron sus propietarios. Y tal y como la vimos, debieron dejarla a toda prisa, como si un huracán fuera a aparecer en los siguientes minutos.
Los zapatos de la niña de que debió pasar allí los primero años de su infancia, estaban en medio del comedor. Ropa de la que debía ser la madre, dejada por cualquier sitio como si fuera la protagonista de una película justo ante de tener el encuentro sexual de su vida. El despacho del que debía ser el padre, tal y como lo dejamos el resto de los mortales, cuando estamos trabajando y debemos hacer un parón, para ir al baño. Y la cocina… con los restos de un desayuno que iba a preceder a un almuerzo que nunca llegó. 

En la habitación de la niña todavía estaban los últimos dibujos que imaginó en el que era su hogar. Los armarios estaban llenos de la ropa que vistieron durante las temporadas que la familia estuvo unida.
En esos momentos ya no estaban unidos y ya no eran familia.

No se si nos sorprendió más la fotografía de la huida rápida de los habitantes de esa casa o lo despreocupado del agente inmobiliario al enseñarla sin haber llevado a una brigada de limpieza con anterioridad.

Cuando te separas debes lidiar y pelear por quién se queda la casa, los niños, el perro, el coche y el sofá.
Si sois gente civilizada (y entiendo que si sois seguidores de este blog, lo sois…), la solución llega después de varias discusiones (civilizadas) y una dosis bien alta de objetividad y alma de buena persona por partes iguales.

Pero… ¿quién se queda con los recuerdos? 
Quién se queda con los nervios de la primera cita?
Quién se queda con el sabor del primer beso?
Quién se queda con la calidez de los abrazos que tanto confortaban?
Quién se queda con la ilusión que compartíais ante los éxitos compartidos de los últimos años?
Quién se queda con los malos momentos superados conjuntamente?
Quién se queda con las noches en vela por volver a recorrer un cuerpo que ya te era conocido?
Quién se queda con las confesiones, las complicidad, las conversaciones sin palabras….

Esa familia dejó todo lo material en esa casa, pero los recuerdos… Cada uno seguro que se llevó sus propios recuerdos.

Ojalá existiera un banco de recuerdos, en el que dejarlos a plazo fijo hasta que estés preparado para sacarlos y disfrutarlos sin que duelan. (Ya puestos, si además te dan algunos buenos intereses, mejor que mejor…). 

Os traigo esta fantástica ensalada, bien completa y deliciosa.
Patatas hervidas, salmón ahumado y creme fraîche… Todo aderezado con cebollino, albahaca, AOVE y unas gotas de limón. Es una delicia.

Disfrutad de la semana. 

Ingredientes:
– Patatas de guarnición
– Agua
– Sal
– Salmón ahumado
– Creme Faîche
– Cebollino
– Albahaca
– Aceite de oliva extra virgen
– Zumo de limón

Elaboración:
Poner agua a hervir en una olla grande.
Hervir las patatas enteras hasta que estén hervidas. Cuando estén, refrescar y pelar.
Cortar a trozos y poner en la fuente o plato en el que vayamos a servir.
Cortar el salmón ahumado y añadir a las patatas. Añadir también cucharadas de creme fraîche al gusto.
Picar el cebollino y la albahaca y espolvorear por encima.
Aderezar con aceite, sal y una gotas de limón.
Servir.

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