Bocados de chocolate y cacahuete




Soy egoísta. Por naturaleza o de nacimiento, como prefiráis.
No si uno nace o se hace egoísta. Lo desconozco del mismo modo que no sé si se nace con estilo o se hace o si las supermodelos nacen o se hacen…
Lo que sé es que de estilo, tengo más bien poca idea, y de supermodelo tengo lo mismo que de monje budista, lo que viene siendo predisposición que no llega a nada más concreto.

Pero volviendo a lo de egoísta…
Nunca entendí porqué la vajilla buena se tenía que guardar para las visitas. Nunca entendí porque las toallas bonitas, que olían flores como en los anuncios, se guardaban en el armario hasta que venía la familia y no entendía y esto sí que me fastidiaba, porqué el Surtido Cuétara solamente se compraba «por si venía alguien». 
¿Por qué me tenía que quedar yo sin mis galletas preferidas (las de chocolate) si no venía nadie?
Así que  yo deseaba que viniera quien fuera para poder comerlas o bien, acompañaba a mis padres a visitar al menganito de turno para que fueran ellos quienes sacaran el valioso surtido delante de mis narices. (Después era cuando mi madre me reñía porque parecía que no hubiera comido en toda la semana, pero esta es otra historia).
A estas alturas ya sabemos todos que el Surtido Cuétara era uno de los «must» de las despensas en los ’80 y que todo el mundo lo tenía «por si viene alguien».

Solamente hubo una vez que mi madre abrió para mi un surtido entero. No la segunda bandeja, no. ¡La caja enterita! Y fue cuando me estampé contra un arból yendo en bici y perdí el conocimiento.
Pues sí, me pegué tal tortazo que hasta me saltaron los pendientes del golpe. No recuerdo nada de aquel momento, solamente que bajaba una cuesta y que no frené. De hecho fue el árbol el que hizo esa función y de qué manera… Después me desperté en los brazos de un señor y después, en el coche camino del hospital.
Ese momento se mereció un surtido enterito que me zampé mientras veía la TV e intentaba seguir la recomendación del médico de no quedarme dormida.
(Sí, la ocasión lo requería, y sí, así me quedé…)

Y todo esto viene a que estos bocados iban a ser repartidos como los peces y los panes entre mis amigos, pero al probar el primero me volví Gollum y me guardé MI tesoro para MI solita.
Así puedo decir que pueden durar una semana perfectamente (yo los dejé tapados en la nevera).

Ya los volveré a hacer y quizá, sólo quizá, reparta como buena amiga algunos bocaditos…

La receta, no os la podéis perder. La podéis encontrar en la página 37 del Magazine de Otoño. 

Para despedirme, dos cosillas más:

1. Este fin de semana estaré en Madrid en GastroMad, así que si no queréis perderos nada, podéis seguirme a través de Twitter o Instagram.

2. Os dejo con la primera de una serie de autoretratos con frases que significan mucho para mi.

Disfrutad del finde!

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