¿Sabíais que es posible tener agujetas en una articulación? Pues sí, es posible, os lo confirmo. (Igual en estos momentos hay un médico tirándose de los pelos, pero mi cabeza al mismo tiempo está moviéndose arriba y abajo en forma afirmativa).
De hecho, las agujetas las tuve en los tendones cercanos a la cadera, de forma que el primer regalito que me hizo París al poco de llegar, además de la lluvia intermitente, fue un dolor intenso cada vez que intentaba caminar….
Ay, uy, agggg, fueron las frases que durante el segundo día de nuestra visita pude mencionar…
En linea a mi dramatismo personal y habitual, ya me hice la película de tener que ir a un hospital para que me operaran, me renovaran la cadera y tener que elegir un bastón para mis siguientes paseos…. (Soy así de peliculera y lastimera, qué le vamos a hacer…).
Fuera del momentito «no puedo andar y no voy a poder andar sin cojear el resto de mis días», la escapada a París ha sido fantástica.
Llegué el sábado a primera hora de la mañana, bostezando y frotándome los ojos después del madrugón. A las 4 am estaba intentando motivarme para salir de la cama….
París nos recibió con tonos grises, una niebla que no dejaba ver el final de la Torre Eiffel y la amenaza de lluvia, que nos acompañó durante los dos primeros días.
Por fin al tercero, lució el sol, las gorras y paraguas se quedaron en el hotel y pude ver París con un espectacular cielo azul y con una luz fabulosa.
Fantástica ciudad, monumental. Ninguno de sus edificios son feos, todos son preciosos.
Grandes avenidas, parques preciosos llenos de flores hermosas.
Mi visita ha sido relámpago y aunque practicamente lo he visto todo, ha faltado entrar en museos y dedicar algo más de tiempo a los lugares que por la lluvia, no han podido lucir la majestuosidad realmente proyectan.
Este último día, por fin pude subir a la Torre Eiffel, ya que el resto de días, debido a la niebla, la lluvia y la larga cola pensé que no era un buen plan. Al tercer día, con una temperatura adecuada, pero con una cola infernal que se movía al ritmo de los caracoles cuesta arriba, me cargué de fuerzas, me olvidé de las agujetas y me lancé a subir (como una campeona) hasta la segunda planta para, desde allí coger el ascensor.
La verdad es que motivación para subir millones de escaleras hasta la segunda planta del cielo, no tenía, pero pensar en las cinco horas de cola para evitar el sofoco, pensé que sería todavía peor. Valió la pena. Las vistas son realmente fantásticas y parece que puedas coger un trocito de cielo.
Pero eso sí, de romántico no tiene absolutamente nada de nada.
Como mínimo a mi no me resulta muy romántico ir en plan borreguillo dando codazos (y recibiendo) para poder hacerte un hueco entre los miles de turistas que están en tu misma situación.
Si fuera como en las películas, donde tienes una mesita preparadas con velitas y únicamente estáis tu pareja y tú, pues sí. Pero a no ser que seas Sarkozy o Angelina Jolie, creo que eso es algo difícil de conseguir….
En fin, que lo pasamos genial, comimos quesos y croissants, bebimos champagne y vinos exquisitos y aumentamos nuestro peso algunos gramos…. (vaaaaaale kilos…).
Un viaje totalmente recomendable….
Nos vemos el lunes con nuevas recetas.
Espero que tengáis un fantástico fin de semana!
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