Hacía años que no cogía el tren.
Una de las facilidades de vivir en Barcelona ciudad es que con transporte público o en moto, llegas a todas partes.
Desde hace cerca de tres años (ya???), nos trasladamos a un pueblecito costero en la zona del Maresme, a unos 20 km de Barcelona.
Para hacer los traslados necesarios para subsistir (entendamos, hacia el trabajo y de vuelta a casa), hasta hace unos meses iba en coche, ya que tenía la facilidad de tener parking.
En febrero cambié de trabajo y con ello, de costumbres. Estamos en unas oficinas temporales hasta que el nuevo restaurante abra sus puertas y nos encontramos justo en el centro de Barcelona, con lo que si quieres una plaza de parking tienes que dejar un ojo de fianza e hipotecar el riñón para poder pagar las mensualidades (casi, casi, casi, no exagero absolutamente nada…)
Así que muy digna yo y con una lagrimilla (o dos) rodando por las mejillas, dije «adiós» a los zapatos de tacón y «hola» a las bailarinas y a la T10.
Lo bueno es que estoy leyendo mucho durante los trayectos, voy todo el camino viendo el mar, me evito mucha caravana de primera hora, me he podido costear varias bailarinas nuevas….
Desde luego, lo que no me esperaba es que coger el tren de Rodalies Renfe (Cercanías Renfe) fuera algo parecido a la guerra, con tácticas de ataque y de adelantamiento que ríete tú de Risk.
Lo primero que aprendí es que en la estación donde yo cojo el tren, el vagón que va más vacío es el primero. Descubrir esto me llevo una semana de ir de pie durante los 30 minutos de trayecto.
Ahora que ya lo sé, me ubico rápida y velozmente donde normalmente para «mi vagón», aunque en ocasiones hay algún conductor graciosillo que para mucho antes (con lo que toca correr si quieres llegar a una puerta) u otros que se pasan de frenada y te encuentras siéndole infiel a tu vagón con otro, muy abarrotado…
Cuando llegas a la puerta, (si no se te has embobado con cualquier cosa por el camino y no tienes que salir disparado emulando una película antigua), empieza el momento de lidiar con el resto de personas que quieren lo mismo que tú:
1. Ubicar visualmente un sitio libre donde relajar sus posaderas.
2. Colocar esas mismas posaderas en ese asiento.
3. Que ese sitio esté cercano a la ventana.
3. Que ese sitio no tenga a nadie al lado con posibilidades de tener su cabeza en tu hombro a la primer curva.
4. Encontrar La Vanguardia (es una de las cosas con las que aluciné. Cada mañana, unos hombrecitos pequeñitos, pequeñitos del rotativo, salen de sus escondites para dejar ejemplares en los asientos de los trenes. Para que después digan que los gnomos no existen. Ja!).
Y cuando va llegando el vagón, llega el momento de coger posiciones.
Varias personas caminando con paso rápido pero sin correr (por aquello de no parecer desesperados) para entrar en la pole position.
A un lado, a otro y frente al botón de apertura.
El que está justo enfrente, tiene tanta prisa que normalmente empieza a aporrear el botón antes de que esté activo.Por fin, se pone verde, lo presiona (por quinta vez) y la puertas se abren.
Entonces las personas que están allí esperando, dan un paso al frente para subir los escalones de la forma más glamourosa posible pero sin dejar de perder su posición que tanto les ha costado. Uno a un lado, otro empujando, otro a zancadas (perdiendo todo el glamour, sí)…
Empieza entonces el reconocimiento visual a la búsqueda de un lugar libre al mismo tiempo que no dejas de caminar, (en ocasiones, en dirección contraria a donde se encuentra el único asiento libre). Y sí, aquí es donde nadie tiene madre, ni hermanas, ni compasión. Si hay pocos espacios libres, todo vale.
Si tienes suerte, logras dar con el espacio para tu culito, si no, te espera un trayecto de pie, lidiando con curvas, frenazos y acelerones del tren.
Todo este episodio pasa en un día soleado, con buena temperatura y sin una reunión a la que llevar varias muestras o catálogos.
En cuanto aparece una de estas variantes, debes lidiar con paraguas, bolsas, bolsos, guantes y chaquetas que debes ponerte y quitarte si no quieres llegar al despacho como un pollo.
Lo peor que te puede pasar es no encontrar sitio en un día lluvioso con una presentación (de las importantes) y coincidir en el tren con ciclistas y un colegio de excursión. Es de aquellos días en los que deseas trabajar desde casa o hipotecarte el riñón.
Para alegrar estos trayectos matutinos, os dejo estos pinchos sanos y ricos que vi un día en el programa del chef Jose Andres.
La combinación del dulzor de la nectarina con la punto salado de la anchoa, quedan genial.
También son una opción genial para una rica ensalada.
Espero que tengáis un fantástico y soleado fin de semana!!
Ingredientes:
– 1 nectarina
– Anchoas de l’Escala en salazón
– Aceite estra virgen
Elaboración:
Limpiar las anchoas y ponerlas en aceite para que pierdan el punto fuerte de la sal.
Pelar la nectarina y sacar gajos.
Poner un lomo de anchoa encima de la nectarina. Rociar con un poco de aceite de oliva virgen.
32 Responses to Pintxo de Nectarina con Anchoa y Cómo sobrevivir a las cercanías de Renfe